Del legendario Egipto, de la semisalvaje India y de la vieja y monumental Grecia, procedían los predestinados. Europa, Asia y África, esto es, el mundo conocido hasta entonces, estaba representado por los tres magníficos embajadores llamados Gaspar, Melchor y Baltasar.
Dios hubiera podido elegir a muchos más emisarios, qué duda cabe, pero quizás pensara que de ser así se hubiera hecho imposible la presencia de tanta gente en un pueblecito tan pequeño como era Belén.
Gaspar había nacido en Grecia, era hijo de Cleantes, el ateniense, que era un personaje que gozaba de gran prestigio. Gaspar fue el primer rey elegido. Inició su viaje embarcando en las costas griegas y, tras mucho navegar por las mismas, desembarcó en Antioquía. Después, una vez en tierra, pasó por Emesa, Bostra y llegó hasta Damasco, continuando el resto del viaje a través del desierto.
Melchor era hindú. Había nacido en las entrañas de la misteriosa y exótica India. No se puede decir que el camino que recorrió fuera el más difícil; no obstante, tuvo muchas dificultades hasta encontrarse con sus compañeros. Pasó por las tierras de Kambul, Yezh, Labul, Ispahán y Bagdad.
El tercer rey, Baltasar, procedía de Alejandría. Era príncipe y sacerdote egipcio. Este último rey completaba la hermosa trilogía de los Reyes Magos. Quizá fuera el que más próximo estuviera a Belén. No obstante, hubo de atravesar Suez, Kufileh, Ammón, Moab y otras ciudades.
Tras largos días de difícil caminar, se encontraron al fin en un punto del desierto. Allí instalaron tiendas de campaña, comieron y conversaron. Y aunque hablaban lenguas distintas, el milagro de Dios quiso que los tres se entendieran como si dialogaran con sus propios hermanos.
Cada uno de ellos hizo un poco de historia a modo de carta de presentación. Melchor versó sobre el Ramayana y el Mahabarata; como todos sabemos, estos libros simbolizan la literatura antigua de la India. Recordó también los Grandes Shastras, que eran los libros de órdenes sagradas, y recitó pasajes del Up--Amgas.
Gaspar habló sobre la antigüedad de su pueblo y los grandes forjadores de su historia. Baltasar enumeró alguno de los dioses que adoraban en su país, como Ra, Isis y Phat.
Los temas de política internacional que aquellos hombres trataron durante su encuentro eran puramente de paz, amor y poesía.