Así, mientras las túnicas de los pequeños nazarenos de la Cofradía Infantil y la
de los pequeños y mayores de la cofradía de la Cena, esperaban impacientes en el
lugar destacado de cada casa, la jornada avanzaba al tiempo que las calles
comenzaban a poblarse de emeritenses y foráneos que, aprovechando la coyuntura,
llenaban las terrazas del centro de la ciudad.
La ciudad fue desplazándose por momentos. En
torno a las cuatro y media de la tarde, comenzaban a verse los primeros
nazarenos dirigiéndose a la Parroquia de San José. Desde allí, a las 17.30
horas, comenzaba a andar, ¡vaya como andaba!, el paso de la Cena. Impresionante
el Grupo Escultórico, totalmente terminado saliendo de su casa hermandad para
buscar el centro de la ciudad. Tras el barco, la calma de la Virgen del
Patrocinio. Sencillez, elegancia y una mezcla de tristeza y alegría por la
ausencia (presencia para Ella y toda su familia) de Patro. Sin duda, el momento
más emotivo de la tarde y que marcará a esta cofradía. La Virgen del Patrocinio,
con pasito corto y portada por las mujeres de la Cofradía, ponía el contrapunto
a una tarde majestuosa.
Mientras todo esto ocurría, los nazarenos de la
Infantil se dirigían a la Concatedral de Santa María. Enorme algarabía de
chiquillos que esperaban impacientes la salida procesional del paso de la
Burrita. Jornada de estreno para padres primerizos que, como sucede todos los
años, entendieron que quienes hacen la penitencia son… ellos. La Cofradía
Infantil plantaba su cruz de guía en la Plaza de España con puntualidad
británica y, con mucha parsimonia, comenzaba a buscar las calles de su recorrido
que le llevarían hasta un caluroso e interminable Paseo de Roma, ofreciendo una
increíble estampa junto a la Loba Capitolina, Puente Romano y el lienzo de la
Alcazaba.
Así, aguantando los infantiles el insoportable
calor bajo el terciopelo rojo de su cubre rostros, el barco de la cena ofrecía
una impresionante “chicotá a paso corto” en la calle José Ramón Mélida. Un
momento único aderezado con las fantásticas marchas de la Agrupación Musical
“Sagradas Vestiduras” que, a la postre, estrenaban nuevo y “brillante”
uniforme.
Así las cosas, mientras Judas Iscariote hacía el
gesto de abandonar la mesa de la Cena, la Virgen del Patrocinio llegó a la
Puerta de la Villa bajando la imponente cuesta de José Ramón Mélida.
El centro de Mérida, desde ese momento, estaba
tomado por las cofradías. Mientras el misterio de la Cena lucía una
indescriptible chicotá en la Puerta de Santa María, la Burrita se enmarcaba bajo
el Arco de Trajano. Son… esos contrastes de Mérida en unas calles en las que no
cabía un alfiler. Se dio, además, una extraña circunstancia, cosas de la Semana
Santa… Mientras la Virgen del Patrocinio reviraba en Caja Badajoz, la Burrita
hacía lo propio en Félix Valverde Lillo. Madre e hijo separados por tan solo
cien metros escasos.
Mientras la cena abandonaba la Plaza del Rastro
para buscar su barrio, la Burrita llegaba con adelanto a la Plaza de España. Aún
así, entró a su hora. Una última chicotá de los costaleros entró el paso en la
Concatedral a los sones de la Banda de Cornetas y Tambores La Pasión que, ayer,
comenzaban su interminable lista de actuaciones. Una vez dentro la Infantil,
todavía había tiempo de disfrutar de la Cofradía de la Cena por su barrio, al
que llegó cerca de la media noche y, antes de rozar el Lunes Santo, la Virgen
del Patrocinio apagó su candelería dentro de su flamante casa hermandad. El
Domingo de Ramos, sin duda, se vivió a lo grande. Será hoy cuando comiencen los
problemas de cervicales de tanto mirar al cielo sospechando que las nubes, esas
que llevan semanas sin aparecer por Mérida, quieran aguarnos nuestra Semana
Santa.
Lo mejor
-La enorme chicotá del paso de la Cena en la
calle José Ramón Mélida y el exquisito exorno floral de la Virgen del
Patrocinio.
-Las dos bandas de Mérida, cada una con su
estilo.
-Una vez más, la organización de la Cofradía
Infantil a pesar de los pequeñines (que a veces entienden mejor que los mayores)
y la organización de la Cofradía de la Cena, llevando la cofradía totalmente
compactada.
-La última chicotá de la Burrita… memorable
Lo peor
-Las Hermandades se gastan un dineral en bandas
para que le toquen a los pasos. La Cofradía Infantil desaprovechó una marcha
encadenada a la Marcha Real en la salida interpretada por la Pasión. Le quitó
lustre a la salida. ¡Qué manía de arriar pasos cuando las bandas están
tocando!
-Lo mismo ocurrió con la llegada de la Virgen del
Patrocinio a la Concatedral… la banda a golpe de tambor le quitó esplendor. Este
es el caso contrario, ahí el director de la banda, que se supone experto en
estos temas, debe saber cuales son los momentos “álgidos” de una cofradía,
máxime cuando se trata de la llegada a Carrera Oficial y la presentación a la
Concatedral.
-La Concatedral, a la llegada de una hermandad,
no puede permanecer con las puertas cerradas a cal y canto y la Cruz de Guía
esperar a que a alguien se le ocurra abrirlas. Son pequeños detalles que hay que
cuidar…
Mario Hernández. |